El mundo ya no era el mismo.
Las ciudades se alzaban como gigantes de metal y piedra, cada una con su propio latido y sus propios secretos. Eran fragmentos de esperanza y miedo, de sobrevivencia y opresión, conectadas por carreteras, caminos perdidos y horizontes de fuego. Algunas eran imponentes, con sus luces constantes y su tecnología avanzada; otras, más humildes, respiraban un aire de supervivencia constante. Pero todas compartían una verdad: la batalla nunca cesaba.
La noche caía con una neblina espesa, y los murmullos de la oscuridad se sentían como ecos lejanos. Los vientos, a menudo silenciosos, traían consigo promesas de algo más, de un futuro desconocido que se tejía entre las sombras y el susurro de los árboles. Cada movimiento, cada golpe, cada sombra en el horizonte era una advertencia: el mundo había cambiado para siempre.
En la oscuridad de un rincón de metal y escombros, un sonido rompió el silencio. No era el zumbido de un motor o el crujir de los edificios viejos, sino algo más profundo, más antiguo: una presencia. Algo grande, algo antiguo, se movía en las sombras. Un zancudo de piel fría que arrastraba el peso de una historia de destrucción y guerras pasadas. Las antiguas mutaciones, una mezcla de experimentación, radiación y desesperación, nunca dejaron de evolucionar.
Los guerreros de la resistencia, quienes dominaban elementos primordiales de la naturaleza, vigilaban la llegada de cada sombra con desconfianza. Algunos decían que sus habilidades eran un regalo, otros que eran una maldición, un vínculo con una fuerza que podrían no controlar. Eran los únicos que mantenían algo de orden en el caos, luchando con espadas, fuego, aire y agua contra las fuerzas que buscaban someterlo todo. Pero el precio de su poder era alto: estaban conectados con la tierra, el aire y el fuego, pero a menudo también con la incertidumbre y el sacrificio.This tale has been unlawfully lifted without the author''s consent. Report any appearances on Amazon.
En el horizonte, una figura solitaria avanzaba. Un joven que prefería el ruido de su motoneta a las sombras y a los murmullos de una ciudad que no dormía. Creía que podía enfrentar la noche con un precio barato: un poco de coraje y velocidad. No sabía que, esa misma noche, la historia de su destino se entrelazaría con el rugido de algo mucho más grande que su peque?a vida. Algo oscuro, algo que no podía entender.
El viento comenzó a temblar.
No era un terremoto. Era algo más. Sus ojos se movieron en la dirección del sonido: un zancudo de oscuridad, una mancha que parecía consumir todo a su paso. No era un simple animal ni un hombre: era una presencia, una fuerza que respiraba entre los escombros, y que conocía más historia de la que cualquier hombre podría comprender.
En ese momento, una figura emergió de las sombras, un reflejo de lucha y de poder que no era común en los días de paz. No era un héroe, ni un soldado, pero fue una advertencia en la noche, un aviso de lo que se avecinaba. Debería haber estado solo, pero no lo estaba. La historia, siempre entrelazada y compleja, tenía otros planes.
El miedo era palpable, el destino un filo afilado que se sentía cada vez más cerca. La batalla, inevitable y constante, estaba por comenzar.
El mundo giraba, y en algún lugar, en las profundidades de la historia y el caos, una mente despertaba. Era el presagio de algo que muchos no comprenderían hasta que fuera demasiado tarde. Cada ciudad, cada luchador, cada sombra, cada bestia, formaba parte de un ciclo antiguo, una batalla que había sido olvidada pero que nunca había desaparecido.
Nada era lo que parecía.
En el aire, entre el sonido de los motores y el eco de los gritos distantes, un susurro apareció: el ciclo continuaba. Y quizás, solo quizás, lo desconocido aguardaba para reclamar lo que le pertenecía.
Por ahora, la historia comenzaba.